LOS TRES MOSQUETEROS

Atraída por la curiosidad de ver al distrito donde pasé gran parte de mi vida, regresé. Pero caminar por sus calles que hoy tienen semáforos y donde recorren los uniformados serenos, no hubiese tenido sentido, sino me encontraba con mis amigos, con mis patas.

Así que antes que caminar y visitar el parque grande, así como le llamaba, “foneé” (entiéndase por llamar) a mi amigo Rafael, quien debería venir en 15 minutos y esperarme en el mercadito, un paradero que gustábamos los antes colegiales.

Para llegar me demoré media hora. No decidía que ponerme, mis ropas estaban pasadas de moda, mejor dicho muy angostas, así que me cambié una y otra vez. Hasta que al final decidí ponerme la polera reguetonera de mi hermano, vestimenta que fue cuestionada por mis papás. Así salí, toda chibola. Me hice un peinado algo relax.

A pocos metros, no veía a nadie que se asimile a mi amix, pero éste estaba sentado en el paradero del frente, y así me sorprendió. No me dijo nada de mi vestimenta. Cuando lo vi, éste aparentaba la misma contextura, de cuando lo conocí en el cole “Fuerte Apache”.

Cruzamos la pista, respetando el semáforo, y le dije que me acompañara al parque grande. Al llegar me causó sorpresa. El alcalde había mejorado el área con adornos y todas esas cosas que la hacían presentable, pero estaba enrejada.
Tenía una fuente de agua, juegos para niños y hasta el nacimiento de Jesús.

Pero no estaba mi lugarcito, aquel donde mi amado y yo gustábamos sentarnos y conversar agarrados de las manos. Rafha más bien se alegró, el árbol que él elegía para parrandear con sus amigos, no fue separado, ni modificado…

Bueno, al fin y al cabo, debió ser que mi lugarcito no era tan importante para el cambio de modernidad, así lo asimilé.

Ese parque fue testigo de las farras de mis amigos. Allí me rompieron el buzo, cuando acabé el colegio y me empaparon de agua. A mis amigas le rompieron sus faldas. Hoy le han denominado El Parque a la Madre, de seguro para que los jóvenes como yo, ya no podamos seguir divirtiéndonos, por respeto a esa mujer que tanto se desvela por nosotros.

No quise caminar más. No fuimos al parque pequeño, ni a la cancha, ni bajamos donde Kati, Patricia. De seguro que ellas no tendrían tiempo para nosotros.

Al ver mi semblante, Rafhita me invitó a comer una torta, yo pedí una bebida gaseosa como siempre una Coca Cola. Ese tiempo en el snack no sirvió para conversar de muchas cosas como los recuerdos y planes.

Él no se explicaba de porqué me había ido a Juliaca, aunque sabía que era mi natal. Griselda tampoco estaba en el distrito, por su trabajo está en las alturas de Moquegua, aunque ella nació en la ciudad de Moquegua y era medio costeñita.

Nos reímos, él más de mí que yo de él. Siempre solíamos hacernos bromas. Él es uno de los que más me conoce, sabe de mi temperamento y se cómo es él. Me habló de sus planes y yo de los míos. Nos prometimos estar chequeándonos, digo prometimos estar chequeándonos. Creo que se irá a Lima a seguir estudiando. Le comenté mis planes de estudiar cocina.

Luego, le invité a comer las salchis de Lupe, pero ella aún no había acomodado su carreta, por eso que fuimos a comer pollo. Yo que soy la mayor de los tres por algunos días y semanas, reanudé la plática. Rafha dijo que muchos de nuestros compañeros del cole ya tenían su familia.

Eso para mi no era novedad, aunque un pata, pasó con sus fámily, no me deprimí. Y pregunté: porque los tres nos quedamos solos? Y Rafha respondió: Grisel dice que porque somos inteligentes. Me reí.

Esa una explicación graciosa, aunque los tres del salón, fuimos los que ingresamos a la UNSA, (aunque como dicen fui la única del grupo que se salió con su gusto, porque siempre quise ser periodista) …terminamos nuestras carreras. Los tres ocupábamos los primeros lugares en clase, nos fuimos de viaje al Cusco y pasamos la noche de bohemios y juegos con espumas. Pasamos un día en la playa con el permiso de nuestros papás, cuando apenas teníamos 17 años de edad.

Los tres teníamos gustos diferentes en música, pero se contagiaron del huayño ayacuchano y huancaíno que yo gustaba. Ellos me indujeron por el rock arequipeño y otras más.

Los tres estamos solos y somos muy grandes amigos. Creo que no nos hace falta alguien y tenemos muchos sueños que aún no se han cristalizado, aunque en un tiempo futuro podamos ser compadres.

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