Niñas maduras

El último martes fue vanagloriada con la visita de mi amiga Erika, a quien también le digo pastrulita. Ella no vino sola desde Arequipa a Juliaca, lo hizo con su flaco que se llama Duverlee.

Este año fue la segunda visita, ya que el día de la fiesta de la virgen de la Candelaria, vino mi amiga Gris desde Moquegua, quien también llegó con su flaco, del que sinceramente no me acuerdo su nombre.

Ambas, que son mis patazas se mostraron muy felices con sus enamorados. Podría haber pensado que habrían cambiado, pero no. Siguen siendo las mismas. No crecieron. Si, aún verdes estamos, lo que no significa que hayamos conseguidos nuestras metas, sino que no hemos cambiado en nuestra forma de ser.

Érika es muy buena en varios sentidos de la palabra. Ella aparte de ser periodista, este año acabó Filosofía y aquí a dos años culminará sus estudios de Derecho. También tiene algo de farmacéutica, ya que desde que empezó a estudiar en la universidad, también trabajaba en una farmacia y lo hace hasta ahora.

Ella es natural del Cusco y cada que hay alguna fiesta, viajas hasta su natal. Más de una vez me invitó para ir, pero no pude, por algunos percances que se presentaron. De hecho que éste año si iré, ya que la celebración será sábado y domingo.

Gris, mi amiga moqueguana también es muy inteligente, fue la alumna excelencia de mi colegio Fuerte Apache y luego de acabar relaciones industriales, siguió sus capacitaciones y ahora sigue estudiando.

Ella es bien jovial, graciosa, divertida, etc, etc, etc, etc. Es una de mis grandes amigas, y conoce como soy al igual que Érika. Ambas coinciden que soy una loquilla, una niña que a veces se convierte en una seño. Si, me conocen. Siempre ando haciendo locuras.

En ambas visitas, los flacos de mis amigas dijeron algo: sabes, pensé que no te caería. Ella siempre me ha hablado de ti. Pensé que habías cambiado, pero como te describió sigues siendo la misma.

Duverlee dijo que soy una niña madura. Jajajaja, ya me imagino. Si, aún no cambio. Sigo siendo así y temo a crecer, aunque hay días que nadie quiere verme, porque mi carácter aparenta el de una seño de 47 años, por la experiencia que he ganado por las cosas que me ha tocado vivir.

Bueno. Me siento feliz por ellas y por mi el de tenerlas como amigas. Cada momento de su felicidad es la mía y más bien, no quiero que ellas sean parte de mis nostalgias, porque no me gusta preocuparlas.

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